miércoles, 19 de octubre de 2011

Desatino y garraspera.


Estoy confuso. Hace varios días que no encuentro el golpe de pluma. Hoy leyendo a un colega que sentía el estruendo de la caída en su oído.  He pensado que quizá, tal vez
Necesite escribir prosa.  Digo colega como si estuviésemos consagrados en el arte de plasmar sentimientos sobre el papel, cuando la realidad es que en china no nos conocen.  

Cada poema, cada metáfora, cada flujo vertido… me resultan hoy tan prescindibles.  No siento placer desde hace semanas. Estoy mecanizado, he buscado tantas veces la rima perfecta que ahora cada rima me parece vulgar, insulsa, agria, deprimente. Ya no siento ese placer que recorría cada poro de mi piel al terminar una obra. Ese placer que dibujaba una sonrisa en mi cara y me hacia llegar al éxtasis… al orgasmo. (Entiéndaseme)

Me he equivocado.  He convertido el placer, en trabajo. Un trabajo que si al menos me reportara miles de dólares y reconocimiento mundial, estaría justificado. Podría hacerlo. Podría hacer cada año un libro y venderlo, aunque el libro fuera un truño imposible de digerir por nadie. Se que lo comprarían igualmente,  solo tengo que poseer un buen nombre.  


¿Pero de que me sirve?
Soy un drogadicto.  Las primeras veces eran sublimes, algo nuevo, sensaciones que jamás hubiésemos imaginado que se podrían sentir.  Era como potenciar los propios sentimientos, era la lucidez de un sábado por la noche, el encuentro con tu yo furtivo,  el otro yo.  El hermanamiento de la raza humana.  

Luego todo se mecanizó. El cuerpo se acostumbró a sentir, cada vez más… hasta pasar desapercibido para los sentidos. Se convirtió en un elemento más del quehacer cotidiano. Algo pegado a ti, algo vulgar,  imposible de desarraigar.  Pensé en dejarlo, he pensado en desterrarlo de mí,  dejar la pluma, no volver a inyectar tinta en el papel…

Pero no puedo. Se que me cuesta el dinero, me cuesta mucho trabajo, perjudica mi salud. Pero soy un drogadicto. No puedo dejarlo.

Seguiré pues intentando volver a sentir, por este camino que no es otro que el mío, nadie puede andarlo por mi.

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