jueves, 28 de julio de 2011

Ese rostro familiar tan desconocido.

Detrás se cerró la puerta. Todavía en su cabeza un recuerdo: dos manos alejándose lánguidamente la una de la otra, desprendiendo una estela de recuerdos que aún hiere con saña el interior. Dejando un áspero aroma, lleno de tela de araña.

Caminando por encima del humeante suelo en dirección al mercadillo. Un mercadillo de sueños. Un mercadillo donde entre sus ramas, se esconde todos los sentimientos de la humanidad. Absolutamente todos los que tú, puedes sentir. Erigido sobre un montón de lágrimas y silencios.  Cuyas paredes están hechas de alegría y misterios. Y corre una suave brisa de esperanza… Que se deja ver… En los rincones más oscuros.

En el suelo yace inerte un cuerpo cubierto de hielo. Embargado por la pena y la soledad. Esperando todavía un rayo de sol que funda las cadenas de su encierro. Anhelando abrirse al mundo como cualquier flor.  Atravesar el umbral de la tristeza, y que de sus manos brote un ramillete de ilusión, un grito estridente que ahuyente el mal que guarda dentro.

Miles de kilómetros y los pies gastados. Sabiendo que sus labios besaban otros labios. Sus manos rozaban otras manos. Sus ojos miraban a otros ojos.

¿Cómo te sientes? ¿Qué se siente?

Cuando tus besos recorren el aire sin rumbo ni dirección, condenados a perderse en el eco del viento. 
Cuando no hay cuerpo para ese abrazo que suspira todas las noches por un poco de calor.
Cuando las palabras se condenan a ser sordas dentro de las tinieblas que habitan el rincón de un umbrío corazón.   

Sentir la brisa de las hojas golpeando la cara. El tacto de los sueños cada vez más cerca de la realidad. Tocar con la punta de los dedos la serenidad y aferrarse al bombeo de los corazones de alrededor.

En nuestro viaje nos encontramos con un perro entre los matorrales. Que con extrema sensatez nos vendió un poco de locura.

Desde mi pellejo y  por tus ojos. Ojalá en tu viaje encuentres un poco de calor, una miaja de cordura. Desde el olvido y hacia la esperanza.  Para ti, un rostro familiar tan desconocido.

jueves, 21 de julio de 2011

Amor a primera vista.

    La tarde era fría. En la calle corría un viento huracanado que cortaba la cara. Manuel, como de costumbre, se tomaba una taza de chocolate mientras revisaba el correo. Todo parecía estar en su sitio.  La chimenea rebosante de maderos envueltos en llamas transmitía una sensación de paz profunda. Empezaban a caer los primeros copos de nieve, enseguida se agolparían encima de la repisa de la ventana. Aquellos días eran los preferidos de Manuel, aficionado al buen licor y a fumar en pipa de caoba, encontraba en las tardes gélidas de invierno una excusa perfecta para hacer lo que mas le gustaba: escribir. No era un autor consagrado. Ni tan siquiera una revelación en el mundo de la literatura, simplemente vivía inmerso en una minoría literaria cada vez más presente -los que se tomaban la justicia por su mano-.

     Aquella tarde, como de costumbre vendrían a limpiar  la casa. Aunque Manuel nunca fue un acaudalado señorito de alta gama y estatus social, poseía  una gran casa y podía permitirse el lujo de contratar servicios varios, como uno de limpieza -Nadie sabía a qué se dedicaba realmente. Algunos aseguran que era un gran jefe de una organización secreta, otros decían que había heredado algunas riquezas. Pero nadie comentaba el asunto con él, simplemente se dejaban llevar mientras de los bolsillos brotaran los verdes- .


    Eran las cinco de la tarde, Manuel empezó a sentirse excitado. Había estado pensando en Rosario, su amante. Pensaba en como seducía a los hombres de manera que estos quedaban rendidos a sus pies, como peleles en manos de una bruja malévola. En realidad, él también había sucumbido a sus encantos, y si una idea le rondaba la mente era volver a poseerla, esta vez… Para siempre.  El era un gran amante, pero Rosario siempre necesitaba algo más. Su pasión por el sexo rozaba la ninfomanía, aunque no llegaba a tales efectos. Manuel subió a la habitación de arriba. Llevaba un pantalón vaquero gris y varias prendas de abrigo, que se quitó apresuradamente dejando al descubierto su torso firme y sensual. Se recostó en la cama,  todavía deshecha. Lentamente empezó a  acariciarse por encima del pantalón. En el momento que su imaginación se encontró con Rosario, sintió una excitación enorme, casi imposible de refrenar.  Desabrochó un par de botones e introdujo la mano por debajo del calzoncillo, bajo un poco más los pantalones dejando entrever una parte del pene, mientras con la otra mano se acariciaba los pezones… La excitación llego a su clímax, bajo el pantalón se notaba una gran erección y sentía un placer enorme. En su imaginación Rosario se acercaba lentamente andando de manera muy provocadora. Llevaba un vestido transparente y un tirante le caía hacia abajo. Los pies descalzos y los labios pintados de un rojo intenso. Se acercaba a él… con esa cara de pícara que tanto le gustaba a Manuel… Se iba acercando… La erección se hacia cada vez mas presente debajo del pantalón… Y los dedos de Manuel iban dando vueltas circulares alrededor del pene hasta bajar a los testículos. Parecía que no podía aguantar mas la excitación provocada… En  breves minutos acabaría masturbándose compulsivamente y manchando el calzoncillo de semen. Cuando el clímax alcanzo su punto más álgido y parecía irrefrenable, lo que allí iba a suceder… Sonó el timbre. 

     Rápidamente la excitación se trasformo en desasosiego y prisa por ponerse la ropa. Bajó rápidamente las escaleras vistiéndose  a duras penas, aún tenía una tremenda erección. La respiración la tenía acelerada y el corazón parecía estar llamando a la puerta de su pecho. Se coloco un poco la ropa y abrió la puerta. Para su abatimiento era el encargado de la empresa de limpieza (él estaba esperando a un editor que venia a ojear uno de sus libros titulado: El follaor panocho, taladrando agujeros en Cancún).

El encargado saludó, mientras Manuel se abrochaba el último botón. Absorto en sus pensamientos, se olvido de disimular la tremenda erección que aún tenía. El tío no se percato, pero una de las empleadas que le seguían se ruborizó al ver la escena. Después de explicar a las dos chicas el trabajo que tenían que hacer, el encargado de mantenimiento abandonó la casa. Manuel se tranquilizó. Al tiempo que iba recuperando su estado normal. Decidió tomar otra copa de güisqui para calmar los ánimos, aún se excitaba al pensar en Rosario.

Mientras leía el periódico no pudo evitar fijarse en una de las limpiadoras. Sus miradas se cruzaron fugazmente en varias ocasiones. Ella era, aparentemente una chica sencilla. Llevaba puesto el uniforme de la empresa, le estaba bastante holgado aunque dejaba entrever unos senos voluminosos. Era de tez blanca y pelo castaño. Tenía unos ojos grandes y llenos de luz. Una cara angelical y unos rasgos muy atractivos. Manuel empezó a sentir  un ardiente deseo por estar con Anna -así era como se llamaba-.

   Las miradas se intensificaron. La atmósfera se lleno de avidez. Cada mirada… Cada movimiento… Anna disfrutaba sabiendo que Manuel le recorría el cuerpo con los ojos. Se movía sensualmente hipnotizando a Manuel. Ambos se dirigieron el uno hacia el otro. Frente a frente, la respiración era fuerte. El corazón se les salía del pecho. Estuvieron unos minutos mirándose fijamente sin articular palabra. Dejando fluir la energía en el ambiente. No fue necesario decir nada. Anna tomó la mano de Manuel y se la puso en el pecho. El podía sentir que tan fuerte latía el corazón de ella. El momento se hizo eterno… Se miraron fijamente, de sus ojos saltaban chispas, ella estaba preciosa, parecía tener miedo y a la vez unas ganas enormes de ser tomada. Manuel se acerco y mientras la agarraba por la cintura la besó. Sus labios se fundieron en un beso eterno. El mundo parecía detenerse en ese mismo instante. Anna se dejaba llevar, parecía inmóvil dejando hacer a Manuel.

     El beso fue apasionado, como si fuera el último beso de la raza humana. Manuel le desabrocho un par de botones de la blusa… Ella se sobresaltó, pero dejó hacer. Empezó a besar su cuello, sus orejas, sus labios, su boca… Eran dos cuerpos que parecían fundirse en uno sólo.  Los dos estaban excitados. Haciéndose esperar.  Explorando cada parte, cada sensación. Aún con la ropa puesta.

     Después de unos minutos, se volvieron a mirar. Ella le levanto el jersey y empezó a besar el torso desnudo de él, hasta llegar a los pezones.  Empezó a lamerlos haciendo movimientos circulares. Parecía llevar las riendas en esta ocasión. Se soltó el pelo y se quitó la blusa, dejando al descubierto un sostén que Manuel desabrochó con alguna dificultad… Quedaron sus pechos al viento. Grandes y erguidos, suaves y duros. Ella se abrazo a él, rozando sus pezones por el torso… Y bajando hacia abajo… La sensualidad que desprendía era equiparable a una diosa. Desabrochó el pantalón y fue bajándolo paulatinamente. Empezó a besar el pene de Manuel por encima del pantalón. Fue recorriendo con su lengua todos los poros de la piel. La erección era visible a kilómetros…

    Suavemente bajó la ropa interior, quedándose por un momento observando el pene. Le pareció bonito  y sensual. Empezó a besarlo, y observo que la cara de Manuel tomaba otra forma… La excitación era visible. Despacio lo introdujo en su boca… notó como se deshacía en ella.  Era una sensación extraña a la vez que placentera tener el pene de Manuel en la boca. Jugó con él, con su lengua… Lo introdujo cada vez más… Hasta llegar a tenerlo por completo dentro de la boca -lo excitaba de manera sobrehumana a Manuel-. Manuel empezó a besar los pechos de la chica. Los recorrió con su lengua,  los agarro con fuerza. Ella sentía un placer enorme. Manuel fue jugando con su lengua por todo el cuerpo de la chica -Los dos estaban entrando en una espiral de placer enorme-. Manuel llevó su mano hasta los muslos de ella, desprendía mucho calor.  Enseguida notó que estaba mojada - ella se ruborizó-,  le indico agarrándole la cabeza que quería que bajara abajo -él lo hizo-. Empezó a jugar con su lengua. Lamer sus muslos…Acercándose poco a poco al clítoris… Rozándolo suavemente, haciéndola esperar, excitándola cada vez más. Se retorcía de placer… no aguantó más… Y tuvo un orgasmo. Él le empezó a  lamer el clítoris, mientras introducía suavemente un dedo en la vagina. La muchacha gemía de placer -no tardó en llegar el segundo orgasmo-. Se incorporó y volvió a besarla. Esta vez fue salvaje y sensual. Le mordió el labio mientras ella le agarraba el pene con las dos manos… Se abrazaron dejando pasar unos segundos y seguidamente la penetró. La chica soltó un  gemido de placer. Y empezó a acompasar las acometidas. Se fundieron en un solo latir. Él la miró y su cara seguía siendo angelical. Le acarició el pelo mientras cada vez se movía más rápido. Le besó el cuello y tras un buen rato eyaculó al tiempo que Anna volvía a tener su tercer orgasmo. El sudor resbalaba por los dos cuerpos… Estuvieron un rato abrazados, dejando que la respiración volviera a su cauce normal.  Él la miró y supo que el amor a primera vista los había visitado a los dos.

lunes, 18 de julio de 2011

Por fin!!

Un grito,
En compañía de la soledad,
Por el aire se ha echado a volar.
Dejando un cuerpo marchito detrás,
Y unas ganas de llorar. 

Un grito
Siguió su camino sin mirar atrás.
En las ramas, como un gibón se puso a chillar;
Una ráfaga de viento quiso alborotar,
Y el bramido terminó sumergido en el ancho mar.

Un grito,
Anidado en la garganta de una sirena,
Despertó.
Y emergió de las profundidades,
Atravesando tormentas de silencios
Y estridentes cantares.

Un grito
Se enmudece cada vez más.

Un grito ha dejado de penar…
En el instante final escuchó:

En los surcos de esa oreja 
Morirás…. Morirás…. Morirás…