lunes, 26 de diciembre de 2011

Miedo.


Un buen día vas caminando por la calle. Todo está tranquilo y tienes la sensación de haber encontrado el equilibrio y la calma. Has vivido años duros y las heridas de la batalla ahora son cicatrices. Están dentro de ti. Solo tú puedes verlas en todo su esplendor. Sabes todo el dolor que encierran. Todavía duelen cuando el recuerdo viene a tu encuentro. Tu mirada ha cambiado. Ya no es la misma. Ahora eres fuerte. El dolor te hizo duro como una piedra y te dejo una mirada desabitada, incapaz de mostrar ninguna emoción. Ni te as parado a pensar por un momento en una posible caída. ¡Jamás! Fuiste forjado con dolor y miedo. Te obligaron a salir a la calle. El frío y el calor curtieron tu piel. Escalaste montañas y tuviste que abandonar caminos que creías verdaderos. Caminas libre. Dueño de tus actos. Consciente de tu alrededor. Eres algo muy parecido a ti mismo. Vuelves a tener la sensación de estar en el camino correcto. Aquel que se hizo para que tú lo recorrieras y exploraras.    

Un buen día vas caminando por la calle y…
La vida te asesta un tajo.  Al principio te sorprendes. No le das importancia. Te tambaleas y caes a cámara lenta dentro de un abismo inmenso. Casi inmortal. No hay sobresalto ni preocupación. Todo fluye. Confías en ti, ¿recuerdas? No hay nada que temer. 

Empiezas a caer al mismo tiempo que entras en un estado de ensoñación. La caída es lenta, muy lenta. Te recuestas sobre el aire como si se tratase de una nube. Miras hacia abajo y el fondo es inexistente. Estas dentro de un abismo y no eres consciente. Estas en un estado de “nirvana” dejándote caer. Pareces una hoja de limonero meciéndote sobre el aire que parece estar muerto. De la abismal oscuridad brotan manos y ojos. Las manos son ciegas. E intentan desesperadamente agarrarte para evitar que sigas hundiéndote en la inmensidad. Los ojos te miran y sonríen.  Es una mirada de odio. Una mirada dañina para ti. Te sientes violento y de repente el estado de ensoñación va desapareciendo Igual que las manos. intentas ponerte de pie sobre el aire… pero es imposible. La soledad se hace visible. Y algo que tú conoces empieza a llamar a la puerta de tu casa. Le abres la puerta valientemente, como solo tú sabes. Y de repente te das cuenta que una nueva batalla esta a punto de estallar. Con el mismo enemigo que creáis haber derrotado. Ha vuelto y esta vez es demasiado poderoso. As estado tan ocupado en los planes de futuro, que se te ha olvidado luchar. Te sientes invadido por completo. Miles de telas de araña recubren tu cuerpo. Los golpes se vuelven incesantes. Los rayos homicidas. Y la velocidad de la caída aumenta de forma catastrófica. La ensoñación ha desaparecido. Igual que tu. Has dejado de ser otra vez el mismo. Estas como poseído. Intentas buscar alguna grieta en las paredes oscuras del abismo. Pero al cabo de un rato te das cuenta de que no hay paredes y mucho menos grietas. Te asustas mucho. Eres un cuerpo flotante a la deriva que se golpea con la invisibilidad. Todo te hace daño. No eres capaz de agarrarte a ningún sitio. Recuerda que estas inmerso en el vacío. Todo se vuelve violento. Cada vez más. Has perdido la loción del tiempo y del espacio. Parece que todo va a terminar pronto. Estas esperando el golpe mortal que acabe con tus días. Y de repente cuando el miedo se manifiesta en todo su esplendor, cuando abre su enorme boca para tragarte, de repente se escucha un estruendo terrible. 

Abres los ojos y el dolor es carnívoro. Cuando consigues darte cuenta de que has impactado contra el suelo del abismo, piensas que pronto terminara todo. Todo es confuso y hostil en ese fondo. Es como estar atrapado en un submarino a mil metros de profundidad y que el agua se este colando dentro.
Y en su agónica dejadez; a duras penas consigue abrir los ojos, y entonces, a cientos de kilómetros hacía arriba, advierte una luz.

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